¿Por qué los libros viejos huelen bien?

La degradación de la celulosa genera compuestos volátiles con aroma a «vainilla». Además, la proporción de tinta y pegamento, o la calidad del papel, hacen que no haya dos libros con el mismo olor.

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El olfato perdió su protagonismo hace millones de años, cuando el ser humano alcanzó la verticalidad. No deja de sorprender que haya sido ignorado por artistas y denostado por los intelectuales, cuando muchas de las conversaciones se desarrollan durante situaciones en las que el olor puede tener un protagonismo especial, como puede ser preparar una comida.

El efecto Proust es la capacidad evocadora olfativa, la que nos permite recuperar recuerdos antiguos y emotivos a partir de un simple aroma. Un olor nos transporta a una experiencia almacenada en nuestra memoria tiempo atrás: la casa de la abuela, un paseo por la montaña, una tienda de chuches… o una biblioteca.

Nadie puede discutir que los libros tienen un aroma propio y que varía con su longevidad. Al principio huelen a tinta y a productos químicos como el pegamento, pero con el tiempo estos olores desaparecen debido a que se van secando y evaporando. Su lugar es ocupado por productos que se generan de la degradación del sustrato original del papel. Quizás lo difícil sea definir el olor de un libro.

Un equipo de científicos del University College de Londres trató de responder a esta cuestión requiriendo a los turistas de la Catedral de San Pablo y de la Biblioteca de Londres que identificasen los olores de libros antiguos que les mostraban. La mayoría de los visitantes describió el aroma como «madera», seguido de «ahumado», «terroso» y «vainilla». Casi tres cuartas partes de los encuestados estuvieron de acuerdo en añadir al olor el matiz de «agradable».

El olor a libro, la antesala de la muerte

Cuando tenemos un libro antiguo entre las manos no sólo nos ofrece su historia, también nos brinda un perfume que lo hace único y singular. El olor es el resultado de cientos de compuestos volátiles que se liberan al aire, siendo el más importante de todos ellos la lignina. A esta conclusión se ha podido llegar a través de un novedosa técnica no invasiva llamada «degradómica material».

Seguramente, los amantes de las letras calificarían de «romántico» el olor de una biblioteca antigua, sin embargo, no deja de ser uno de los síntomas de la degradación de sus libros, la desintegración de la celulosa.

En otras palabras, un conocimiento químico completo de una biblioteca nos permite conocer el estado de sus libros e identificar aquellos que necesitan protección para evitar su degradación.

Aquí huele a lignina

La lignina es un polímero orgánico que se forma a partir de la degradación de la celulosa y que desprende un olor a vainilla. Esta sustancia química es la que otorga la consistencia de las hojas de un libro y proporciona la fortaleza del tronco de un árbol. Además, la lignina es la responsable de que los libros amarilleen con el tiempo.

Al olor de la lignina se suman matices que proceden de los diferentes compuestos químicos empleados en la fabricación del libro: pegamento, tinta… y del entorno en el que ha envejecido el libro. Todos estos factores son los responsables de los festines aromáticos que despiertan las evocaciones de los más bibliófilos.

Es precisamente esta amalgama de elementos lo que hace que no haya dos libros con el mismo olor. Son las tipografías, las sangrías, los interlineados, las características del papel… los que otorgan los matices de cada fragancia. En este sentido, hay un abismo, en cuanto a olor se refiere, entre un complejo tratado matemático del siglo XVII, anegado en tablas, y un libro de poesía, parco en tinta e imágenes.

La ausencia de olor de los «e-books» no ha pasado desapercibido a los editores de libros electrónicos. En el año 2009 la web Smell of Books sorprendía a sus prosélitos con la puesta en venta de los primeros sprays de aromas para libros electrónicos.

ABC