Las codas, los dialectos en los que los cachalotes ‘hablan’ con los suyos

Se trata de una especie de ‘código Morse’ cuyos sonidos difieren en ritmo y tiempo.

Los cachalotes (Physeter marocephalus) son unos mamíferos verdaderamente singulares y misteriosos, tienen la nariz y el cerebro más grande del mundo animal –cinco veces más pesado que el del ser humano– y los dientes de mayor tamaño de todos los mamíferos.

Pertenecen a la familia de los odontocetos o ballenas dentadas, siendo fácilmente reconocibles por su enorme cabeza y su prominente y redondeada frente.

En su cabeza tienen gran cantidad de una sustancia conocida como ‘espermaceti’ y que en su día los balleneros creían que se trataba de un fluido aceitoso de esperma.

Actualmente se piensa que esta especie de cera blanca ayuda al mamífero a modificar su flotabilidad, permitiéndole sumergirse en busca de calamares.

Y es que los cachalotes son capaces de zambullirse hasta los 1.500 metros de profundidad en busca de alimento, lo hacen conteniendo la respiración hasta un máximo de noventa minutos, lo cual les convierte en los reyes de la apnea.

Se ha podido comprobar que a temperatura corporal el ‘espermaceti’ se encuentra en estado líquido y es menos denso, pero que a temperaturas inferiores se solidifica y aumenta la densidad. Con la inmersión a grandes profundidades el flujo sanguíneo disminuye y el ‘espermaceti’ se solidifica, situación que se revierte cuando el cachalote retorna a la superficie.

Su composición química es, básicamente, triacilglicerol, alcoholes libres y ésteres grasos (cetil palmitato), motivo por el que durante mucho tiempo fue empleado en la fabricación de velas, jabones, pintalabios, cosméticos y aceite de uso industrial.

Las codas, el dialecto de los cachalotes

Quizás el aspecto más curioso de estos gigantes oceánicos es que son capaces de emitir un sonido, un chasquido con el que poder comunicarse y que expelen de forma espaciada, tanto en ritmo como en tiempo, como si de un código Morse se tratase.

Hay que tener en cuenta que, en el oscuro océano profundo, donde no pueden confiar en la visión, tienen que buscar alternativas para identificarse y advertir de la presencia de posibles peligros. A través de los chasquidos –denominados codas– pueden comunicarse con sus congéneres.

Cuando se compara las codas de los cachalotes que viven en diferentes latitudes se observa que los repertorios acústicos ‘suenan diferentes’, es decir, disponen de dialectos distintos, lo cual es verdaderamente fascinante. Sería algo similar a las diferencias fonéticas que existen entre un canadiense, un estadounidense y un australiano.

Con estas emisiones sonoras los cachalotes son capaces de crear redes sociales propias de cada clan. Además, los investigadores están convencidos de que no son innatas, sino que deben ser aprendidas.

Por otra parte, los científicos han descubierto que una de las codas –a las que han bautizado como el ‘cinco regular’, por sus cinco clics consecutivos– es una de las pocas que conocen prácticamente todos los grupos de cachalotes, sería algo así como una expresión común a todos los dialectos regionales.

Muy probablemente los guionistas de la película ‘Buscando a Nemo’ eran conocedores de todas estas investigaciones acústicas y por eso dotaron al pececillo azul llamado Dori de la capacidad de hablar en ‘balleno’, un sonido que conseguía modulando su voz.

ABC