Suicidio cuántico: en el universo cuántico, todos somos inmortales

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En 1997, el Max Tegmark planteó una teórica cuántica que, como todas las de su tipo, pone en duda la realidad tal y como se conoce. Para ello, creó un experimento imaginario conocido como suicidio cuántico.

Suicidio cuántico

En el experimento, un hombre apunta un arma a su cabeza.

Una máquina controla el arma y permite el disparo en función de la rotación de una partícula subatómica. Si la partícula gira en sentido de las agujas del reloj, el arma se disparará al apretar el gatillo; de lo contrario, no lo hará.

De esta manera, existe un 50% de probabilidades de que el arma se dispare cuando el hombre apriete el gatillo, matando a éste irremediablemente.

A pesar de las probabilidades, el resultado es siempre el mismo: cada vez que el hombre aprieta el gatillo, escucha el característico click que le indica que el arma no se ha disparado. Sin importar cuántas veces lo intente, el hombre siempre escuchará el click.

Inmortalidad cuántica

Siguiendo los planteamientos de mecánica cuántica que suponen la existencia de diferentes dimensiones o líneas temporales, cada vez que se aprieta el gatillo se crean dos realidades paralelas: una en la que el arma se dispara, y otra en la que no.

Si el arma se dispara, el hombre muere y deja de existir en esa realidad. Por lo que solo puede conocer el resultado en la realidad en la que el arma no se dispara. Por ello, sin importar cuántas veces apriete el gatillo, siempre escuchará el click, porque es lo que sucede en la única realidad en la que existe.

Dicho de otra forma, cada vez que el arma se dispara, el universo de divide en 2 realidades: una en la que el hombre muere y otra en la que no. Tras apretar el gatillo numerosas veces, existirán muchas realidades diferentes, pero el hombre siempre estará vivo en una de ellas, la realidad en la que se encuentra su conciencia. Esto se conoce como inmortalidad cuántica.

Lo interesante del experimento del suicidio cuántico es que plantea que, de tomar como cierta la interpretación de las diferentes dimensiones, debemos tomar como cierta la inmortalidad del hombre. Siempre habrá una dimensión en la que existiremos y, por tanto, nunca moriremos.

Sin embargo, no existen pruebas de que haya una red de líneas de tiempo, y ningún experto, ni siquiera el propio Tegmark, puede demostrar la teoría del suicidio cuántico. Es solo una hipótesis planteada a partir de un experimento imaginario que actualmente no puede comprobarse.

Otra perspectiva

Este ensayo imaginario es una versión del experimento del gato de Schrödinger. En él, Schrödinger plantea meter a un gato en una caja opaca con una botella de gas venenoso conectada a un dispositivo automático de disparo.

El dispositivo está formado por una partícula radiactiva que tiene un 50% de probabilidad de desintegrarse liberando el veneno. Si la partícula se desintegra, el gato muere; si no, sigue con vida.

Hasta que se abra la jaula, el gato está vivo y muerto a la vez.

El experimento del suicidio cuántico es igual que el del gato de Schrödinger, solo que desde la perspectiva del gato.

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