¿Pueden los científicos ‘hackear’ la memoria?

Nuestros recuerdos forman parte de lo que somos. ¿Por qué querríamos deshacernos de ellos?

La ciencia moderna nos brinda infinitas posibilidades para ayudar a nuestros cuerpos y nuestras mentes a mantenerse saludables, pero algunos estudios recientes también han sido centro de controversia; por ejemplo, los relacionados con la posibilidad manipular los recuerdos. ¿Es posible esta hazaña? Si fuera así, ¿por qué querríamos hacerlo?

Nuestros recuerdos forman parte de lo que somos, y las cosas que recordamos a menudo pueden definir nuestra experiencia del mundo que nos rodea. Mientras los recuerdos positivos pueden ayudarnos a crecer y prosperar, los recuerdos negativos no siempre tienen efectos tan agradables, pero precisamente estos pueden formar parte de una curva de aprendizaje. También es cierto que existen recuerdos verdaderamente traumáticos, cuya rememoración puede llevar a trastornos y problemas de salud mental graves, como el trastorno de estrés postraumático.

El estudio de la memoria (formación, recuerdo y olvido) atrae mucha atención y curiosidad entre los neurocientíficos, psicólogos e incluso investigadores de las humanidades, ya que todavía hay mucho que no entendemos sobre los procesos que rodean a la memoria.

¿Y si pudiéramos eliminar recuerdos por completo?

Cuando el cerebro codifica información, esos datos se almacenan en grupos de neuronas que forman sinapsis, o enlaces que permiten que las células cerebrales se “comuniquen” entre sí. Los científicos suelen asociar las sinapsis más fuertes con una mejor memoria.

Sin embargo, las sinapsis también pueden debilitarse si no se activan con la suficiente frecuencia y el cerebro a menudo pierde algunas de estas conexiones por completo. Por lo tanto, el olvido puede ocurrir naturalmente y, de hecho, los investigadores argumentan que el olvido es una parte crucial del aprendizaje y la creación de nuevos recuerdos.

Pero los científicos continúan explorando las muchas complicaciones relativas a la memoria y el recuerdo. Por ejemplo, no todos nuestros recuerdos son correctos, y algunas veces nuestros cerebros “implementan” el olvido como un mecanismo de defensa.

Investigaciones anteriores han demostrado que las interacciones sociales pueden influir en la memoria de una persona de un evento, al igual que lo que otras personas recuerdan, o dicen recordar, sobre el mismo evento.

Por ejemplo, como han demostrado algunos estudios, el proceso de recuperación de la memoria puede significar que la memoria original se reescriba, con la memoria de esa memoria, de modo que la memoria original se deforme.

Un estudio publicado en la revista Journal of Neuroscience llama a esto “distorsión inducida por recuperación” y explica que la distorsión podría ocurrir ya sea porque el proceso de recuperación modificó la memoria “o porque condujo a la formación de nuevas asociaciones”.

El olvido como mecanismo adaptativo

Además de las cuestiones relacionadas con cómo recordamos las cosas que recordamos, también existe el problema de por qué olvidamos, y algunos investigadores señalan que el olvido a veces ocurre como un mecanismo de adaptación. Al dejar de lado los detalles irrelevantes, nuestros cerebros pueden recordar mejor la información importante.

Otra forma en que el olvido puede ser un proceso útil es poner fuera de nuestro alcance los recuerdos negativos para que sean menos angustiosos para dicha persona.


Recuerdos intrusos

Pero, ¿qué sucede cuando los recuerdos traumáticos persisten y reaparecen de forma espontánea? Los expertos llaman a esto la “reexperiencia intrusiva del trauma”, y es una característica fundamental del trastorno de estrés postraumático.

Borrar los recuerdos antiguos y no utilizados puede estar directamente relacionado con nuestra capacidad para aprender cosas nuevas.

Y es que los recuerdos son vulnerables durante una ventana de tiempo específica. Las personas que experimentan trastorno de estrés postraumático pueden recordar espontáneamente un recuerdo traumático, o sentir que están regresando al contexto que produjo el trauma. Este efecto puede causarle a la persona una angustia grave y llevar a comportamientos erráticos.

Por esta razón, algunos científicos se han preguntado qué enfoque podrían tomar para debilitar o manipular los recuerdos negativos y disminuir su efecto. Y, ya sabemos que es posible interferir un recuerdo y evitar que se solidifique. Se trata de un proceso distinto al olvido.

El fármaco Propranolol, por ejemplo, que los médicos pueden recetar para el trastorno de estrés postraumático, ya está encaminado hacia el debilitamiento de los recuerdos angustiosos para atenuar su efecto.

Sin embargo, los investigadores todavía están buscando otras formas de interferir con la memoria. Tales estudios podrían ayudar no solo a encontrar nuevos tratamientos para el trastorno de estrés postraumático y otros fenómenos como las fobias, sino que también podrían revelar nueva información sobre cómo funcionan los mecanismos cerebrales relacionados con la memoria.

Estudiando la manipulación de la memoria

Para tratar de comprender si podemos o no manipular artificialmente los recuerdos, un equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts en Cambridge trató de inculcar recuerdos falsos en ratones. Este estudio inicial, que apareció en la revista Science en 2013, utilizó una técnica optogenética para manipular la formación de una memoria “híbrida” en el cerebro de un grupo de ratones. Este método requiere el uso de haces de luz para activar las neuronas que los investigadores han diseñado para responder a este estímulo.

El experimento fue exitoso: los ratones comenzaron a asociar el miedo con un espacio en el que nunca habían tenido una mala experiencia.

En un estudio adicional realizado por el mismo equipo, que publicaron en Nature en 2014, los investigadores lograron usar la misma técnica para “apagar” las asociaciones negativas en los cerebros de los ratones.

Pero, ¿son tales estudios en animales realmente indicativos de lo que sucedería en el cerebro humano en circunstancias similares?

Los expertos afirman que las similitudes son lo suficientemente fuertes como para darnos una idea bastante fidedigna de cómo funcionaría el cerebro humano en el mismo contexto. Y es que, en esencia, no somos tan distintos a los mamíferos no humanos como los ratones y las ratas.

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