Proyecto Lyra: una sonda para desvelar los misterios de Oumuamua

Casi cinco años después de su detección, Oumuamua sigue suscitando más preguntas que respuestas.

Las escasas dos semanas durante las que los telescopios terrestres lo tuvieron a tiro en 2017, en efecto, no fueron suficientes para explicar su inusual comportamiento, ni tampoco su composición o su lugar de procedencia. Lo único que quedó claro es que Oumuamua no era un asteroide o un cometa, o por lo menos no uno similar a los asteroides y cometas que conocemos. Y que no nació en el Sistema Solar, sino en los dominios de una estrella lejana, desde la que viajó, quizá durante miles de años, hasta toparse con el Sistema Solar y atravesarlo de punta a punta a toda velocidad.

Algunos, con el astrónomo de Harvard Avi Loeb a la cabeza, creen firmemente que se trata de un objeto artificial, construido por una lejana civilización alienígena. Otros, por el contrario, han forzado hasta el límite las teorías y conocimientos actuales para buscar explicaciones ‘lógicas’ que permitan ‘encajar’ a Oumuamua entre los objetos conocidos. Explicaciones que, sin embargo, no terminan de convencer a la mayoría de los científicos.

Durante estos años, numerosos equipos de investigadores han tratado de explicar, por ejemplo, la extraordinaria reflectividad del objeto, muy superior a la de cualquier roca conocida y similar, llegó incluso a decir Loeb, «a la del metal pulido». ¿De qué podría estar hecho Oumuamua para reflejar de esa forma la luz solar? Y más aún, ¿cómo explicar su extraño comportamiento tras pasar junto al Sol y, en vez de disminuir su velocidad como habría sido de esperar, empezó a acelerar? A pesar de intentarlo de todas las formas posibles, nadie logró detectar en Oumuamua una emisión de gases o la sublimación del hielo que explica la aceleración observada en otros cometas.

Así las cosas, un equipo de investigadores de la organización británica Initiative for Interstellar Studies y de la norteamericana Space Initiatives acaba de proponer, en un artículo recién aparecido en el servidor de prepublicaciones arXiv, la que parece la única solución lógica para resolver los misterios de Oumuamua: enviar una sonda para interceptarlo y estudiarlo de cerca.

«Todas las explicaciones dadas hasta ahora -escriben los investigadores- tienen una característica en común: son extraordinarias. Dada la naturaleza enigmática de Oumuamua y para resolver este asunto, sería vital contar con datos adicionales. Sin embargo, debido a la gran distancia recorrida por el objeto, ya no es posible obtener datos a través de telescopios. Se ha argumentado, pues, que por lo tanto deberíamos esperar a que el próximo objeto similar entre dentro del alcance de los telescopios. Pero una estrategia alternativa sería enviar una nave hasta Oumuamua».

Ya en 2017, el año en que Oumuamua fue visto por primera vez, los mismos investigadores habían propuesto el envío de una sonda, denominada ‘Proyecto Lyra’ por la constelación de la que, desde el punto de vista de la Tierra, parecía venir Oumuamua. Pero aquella misión resultó ser demasiado costosa y complicada, ya que para conseguir la velocidad necesaria para alcanzar un objetivo que se aleja muy rápidamente habría hecho falta un lanzador extraordinariamente potente. Y llevar a cabo, además, una compleja maniobra de asistencia gravitatoria alrededor del Sol, para la que antes se habría tenido que hacer lo mismo en Júpiter. En otras palabras, demasiado complicado y caro.

Alcanzar Oumuamua en 22 años
Ahora, sin embargo, los investigadores han conseguido calcular una nueva trayectoria que sería mucho más sencilla de ejecutar, ya que la sonda no necesitaría acercarse al Sol para aprovechar su enorme gravedad y salir disparada hacia Oumuamua. Sería suficiente con que obtuviera el impulso necesario en Júpiter aunque, eso sí, pasando antes una vez por Venus y dos veces por la Tierra. En todo caso, una serie de maniobras mucho más comunes en otras misiones y mucho menos exigentes desde el punto de vista técnico que la de acercarse al Sol.

En su artículo, los científicos calculan que si una misión de esas características fuera lanzada, por ejemplo, en 2028, tardaría 22 años en alcanzar a Oumuamua, al que llegaría en 2050. Por ahora, sin embargo, no existen aún planes concretos (ni presupuesto asignado) para que el Proyecto Lyra se convierta en realidad. Y si finalmente no llega a construirse, siempre quedará la segunda opción citada en el artículo: esperar a que otro objeto similar a Oumamua se cruce en nuestro camino y, esta vez, no volver a desaprovechar la ocasión.

Europa Directo