¿Para qué soñamos? Según Jung para compensar y rectificar nuestras vidas.

“Cuando interpretamos un sueño siempre es útil preguntar: ¿Qué actitud consciente compensa?”

¿Para qué o por qué soñamos? ¿Para qué nuestro cerebro proyecta elaboradas y a veces cautivadoras imágenes todas las noches, como un director de cine onírico que suele superar por mucho nuestra capacidad imaginativa de la vigilia? Existen numerosas teorías pero ninguna ha logrado aceptación masiva. En la ciencia se ha sugerido que tiene que ver con un proceso de consolidación de la memoria, aprendizaje o limpieza y optimización cerebral e incluso se ha sugerido que no hay realmente ninguna razón, es algo así como un accidente de la evolución y del hecho aún más misterioso de que somos conscientes. Por otro lado, para la religión y el misticismo, los sueños siempre se han considerado como un dominio sagrado, poroso a lo divino y a lo extrasensorial. Para el budismo, los sueños tienen un aspecto esencialmente cognitivo y heurístico, tienen la función de mostrarnos que la misma realidad es un sueño, son el supremo ejemplo de que la mente puede crear un mundo a partir de sus propias proyecciones. Y así pues, la enseñanza o el mensaje es aprender a despertar o hacer lúcido el sueño de la realidad.

En este artículo, sin embargo, nos enfocaremos, en la psicología de Carl Jung, el alumno de Freud que llevó más lejos que nadie su estudio de los sueños, al menos en el sentido de considerarlos totalmente centrales a su terapia psicológica y él mismo utilizarlos para su propio proceso de sanación o integración, en su famosa “confrontación con el inconsciente”. No son los sueños para Jung meros repositorios de basura psíquica o de procesos infantiles reprimidos -si bien hay algo de ello- son portales hacia lo desconocido y hacia lo numinoso; signos vivientes del pleito del alma. Aunque Jung intentó hacer ciencia y por momentos formuló interesantes teorías sobre el funcionamiento de la psique, su psicología, y no lo decimos peyorativamente, debe considerarse algo más cercano al arte, la magia y la religión. Una religión de la psique, donde el inconsciente tiene el papel de una divinidad oculta que busca comunicarse, hacerse consciente, iluminar las tinieblas. Jung utilizó los sueños como símbolos, como las irrupciones de arquetipos teleológicos que buscaban completud, integración y equilibrio. De aquí su teoría compensatoria de los sueños.

En 1934 Jung escribió “Todo proceso que ha ido demasiado lejos inevitablemente pide una compensación… la teoría de la compensación es una ley básica del comportamiento psíquico.” Y su mandamiento para la interpretación: “Cuando interpretamos un sueño siempre es útil preguntar: ¿Qué actitud consciente compensa?” En la psicología de Jung el inconsciente es una sombre inmensa que busca comunicare con el ego y que en ocasiones lo controla subrepticiamente, pues la psique busca el balance, la conjunción de los opuestos. Jung es heredero de diferentes filósofos para quienes la coincidencia de los opuestos o la síntesis era fundamental. Desde Heráclito, Nicolás de Cusa y hasta Hegel. Jung reconoce de hecho la influencia de Heráclito en su teoría de sueños con su enantiodroma, o la tendencia de las cosas a convertirse en sus opuestos, una constante relación de tensión entre los polos, que de alguna manera es resuelta solamente a través de una boda alquímica, de la integración de lo femenino con lo masculino.

Según Caifan Zhu, la función compensatoria de los sueños en la teoría de Jung tiene tres aspectos:

1. Compensación como oposición a la tendencia de la mente consciente (esto sucede sobre todo cuando la situación de la vida consciente está muy cargada hacia un lado, es decir, cuando una persona no es consciente de su sombra).

2. Compensación como satisfacción, con leve modificación o desvío de la situación de la vida consciente.

3. Compensación como énfasis o coincidiendo con la actitud consciente si la actitud es la mejor posible o la “correcta”. Aquí el sueño coincide con lo que sucede en la vida consciente, como para reafirmar la situación.

Un ejemplo usado por el propio Jung: “Iba caminando por un valle… Por encima se levantaba un castillo y en la torre más alta estaba una mujer sentada en una especie de balaustrada. Para poder verla bien, tenía que echar para atrás mi cabeza. Cuando me desperté incluso me dolía el cuello. Ya desde el sueño reconocí a la mujer como mi paciente”. Jung explica que en su análisis había estado subestimando moral e intelectualmente a su paciente. Cuando le compartió este sueño se detonó un cambio en su terapia.

Jung distinguió en otra parte entre la función prospectiva y la función reductiva de los sueños. La primera opera empujando a la psique hacia cada vez mayores logros de la conciencia, es decir, hacer que la oscuridad se vuelva luz; esta función opera a veces produciendo la solución de un conflicto en “contenido simbólico”. La segunda es sobre todo correctora, como si fuere, tira a la persona del caballo donde va montado para que recapacite, mire el suelo y posiblemente tome otro camino.

El sentido final de la compensación -y no deja de ser esotérico- es que para Jung la psique busca la integración, la totalidad de lo que es, lo que llamó el arquetipo del Sí mismo. Este Sí mismo, al igual que Dios, es el todo, e incluye el bien y el mal (para Jung el error del cristianismo era negar la existencia del mal, su privatio boni) y debe hacer consciente todos los aspectos de su ser. Los sueños de manera instintiva envían mensajes para que se considere los aspectos que olvida o que reprime, generalmente la sombra, lo que no le gusta de sí mismo al ego. Y cuando no se escucha pueden producir pesadillas o eventos psicosomáticos o psicoides. El dios primero advierte con palabras suaves e imágenes y luego envía tormentas y fuegos.

Es probable que los sueños de una persona, el modo general de la persona en ellos, su actitud y los temas que se presentan sean opuestos a la vida que vive despierta y esto para Jung no era una casualidad, sino que era algo a lo cual debía prestarse atención. A final de cuentas, la teoría de Jung parte de la premisa de que existe una inteligencia instintiva, un telos dentro de nosotros, mucho más viejo y sabio que nuestra mente egoica. Esto es algo bastante radical para el individuo racional moderno, pues de alguna manera implica aceptar que está internamente escindido y que debe someterse eventualmente a una voluntad superior, si bien esa voluntad es su más profunda naturaleza.

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