¿Meteorito o nave extraterrestre? Un astrofísico de Harvard afirma que una roca caída en el Pacífico tiene origen alienígena

El cuerpo impactó en el océano cerca de las costas de la isla Manus, en Papúa Nueva Guinea.

Avi Loeb, catedrático de astrofísica en Harvard

Doce naves alienígenas de más de 500 metros de altura llegan a la Tierra para situarse en diversos puntos del planeta para estupefacción y miedo de los humanos. Que no cunda el pánico, no es real. Es el comienzo de la película La llegada, estrenada en 2016 y que, como tantas otras antes, relata una hipotética invasión extraterrestre. Sin embargo, ¿es realmente impensable que una civilización interestelar viaje años luz y atraviese los confines del orbe? El catedrático de Astrofísica de la Universidad de Harvard Avi Loeb lleva tiempo cuestionándolo y ahora pone rumbo al sur del océano Pacífico para demostrar su postura.

Se trata de una expedición de dos semanas y de más de un millón de dólares a Papúa Nueva Guinea encabezada por este astrónomo, que en 2017 planteó la posibilidad de que el cuerpo celeste ‘Oumuamua tuviese un origen artificial. Esta misión, bautizada como Proyecto Galileo, tiene como objetivo buscar en el lecho marino fragmentos de un meteorito que impactó en esta zona del planeta en 2014 y que fue calificado por el Comando Espacial de Estados Unidos del Departamento de Defensa como el primero de procedencia interestelar.

Tenemos un barco. Tenemos un equipo de ensueño, incluidos algunos de los profesionales más experimentados y cualificados en expediciones oceánicas. Tenemos los planos completos de diseño y fabricación del rastreador, los imanes, las redes de recogida y el espectrómetro de masas necesarios. Y lo más importante, hoy hemos recibido luz verde para seguir adelante”, escribió el físico israelí en una entrada en su blog de la plataforma Medium el pasado enero, en el que compartió los detalles de su periplo.

La colisión del objeto interestelar en cuestión con la Tierra se produjo el 8 de enero de 2014 a una velocidad de 45 kilómetros por segundo y, a causa de la fricción con el aire, se desintegró en pequeños fragmentos a un centenar de kilómetros de la costa de la isla Manus, en Papúa Nueva Guinea. A causa de la entrada en la atmósfera se generó una bola de fuego, cuyo brillo fue detectado por cámaras del Gobierno estadounidense y que sufrió tres explosiones distintas separadas por una décima de segundo.

Más duro que todos los demás

Loeb y su equipo estudiaron estos datos del bólido y concluyeron que el meteorito era más duro que todos los demás pertenecientes al catálogo del Centro para el Estudio de los Objetos Cercanos a la Tierra. Intrigado, formó un equipo que diseñó esta expedición para localizar los fragmentos a 1,7 kilómetros de profundidad en el fondo del océano. “El análisis de la composición de los fragmentos podría permitirnos determinar si es de origen natural o artificial”, ha explicado en su publicación.

Antes de emprender la expedición, investigaron la llegada a la Tierra del meteorito y su “extremadamente inusual resistencia” y establecieron que podrían no ser rocas procedentes de sistemas planetarios como el Solar. En ese caso, se preguntan, ¿cuál podría ser su origen?

En caso de que recuperemos una pieza tecnológica considerable del océano Pacífico representaría la modernidad para nosotros, pero sería una reliquia de la historia antigua para quien la envía

Una posibilidad, señala, es que este meteorito fuera eyectado por una estrella Supernova, que producen los elementos más duros. Sin embargo, no cree que sea el caso, debido a una incompatibilidad con la velocidad. La alternativa es que sean objetos de origen artificial, similares a las sondas interestelares desarrolladas por los humanos, pero lanzados hace mil millones de años desde una civilización tecnológica lejana.

“En caso de que recuperemos una pieza tecnológica de tamaño considerable del océano Pacífico representaría la modernidad para nosotros, aunque sería una reliquia de la historia antigua para quien la envía. Podría interesar mucho no solo a los coleccionistas de arte, sino también a los empresarios de Silicon Valley”, opina.

¿Es el Oumuamua extraterrestre?

Loeb ya sorprendió a la comunidad científica en diciembre de 2017 cuando, debido a la inusual forma alargada del objeto interestelar ‘Oumuamua, propuso que el Telescopio de Green Bank buscase en él posibles emisiones de radio como pistas de un hipotético origen artificial. El 26 de octubre de 2018, Loeb y su doctorando Shmuel Bialy planteó la posibilidad de que fuese una vela solar artificial. En 2021 En 2021 publicó su libro Extraterrestre – La humanidad ante el primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra.

El pasado jueves la revista Nature publicó un estudio al respecto: un par de astrónomos de las universidades de Berkeley y Cornell han encontrado una explicación sencilla para la extraña órbita del cometa Oumuamua. Para justificarla, apuntan a la desgasificación de hidrógeno sufrida por el cuerpo a medida que se calienta bajo la luz solar. Ante esta alternativa a la propuesta extraterrestre de Loeb, queda por ver qué encontrarán en el fondo del Pacífico.

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