La Ley de las Octavas, la maravillosa conexión entre la música y la tabla periódica

Cuando un químico analista ordenó los elementos químicos en función de la masa atómica observó que cada octavo elemento tenía propiedades muy similares a las del elemento situado ocho lugares previos.

Dmitri Mendeléiev / ARCHIVO

La tabla periódica de los elementos químicos es uno de los mayores esfuerzos realizados para sistematizar las propiedades de las sustancias que componen nuestro universo. Es bien sabido que su invención se debe al científico ruso Dmitri Mendeléiev pero, muy posiblemente, no es bien conocida la decisiva labor que desempeñó el químico analítico inglés John Newlands (1837-1898).

Newlands fue un hombre singular, después de estudiar en el Royal College of Chemistry se alistó como voluntario en los ejércitos de Giuseppe Garibaldi en su campaña de unificación italiana. El motivo de aquella llamada a las armas no era otro que por sus venas corría sangre italiana por vía materna.

Una vez terminada la contienda regresó a su Inglaterra natal, se estableció como químico y trabajó durante algún tiempo en una refinería de azúcar, en donde introdujo algunas mejoras notables, para establecerse más adelante como químico analista.

La pasión por la música

Newlands, como otros grandes científicos de la talla de Alexander Borodin, Albert Einstein o Georg Cantor, tenía una inclinación especial por el universo de las corcheas, redondas y fusas. Fue precisamente esta pasión la que le llevó a organizar los elementos químicos de una forma diferente, con un enfoque un tanto musical.

El científico anglo-italiano fue el primero en diseñar una tabla periódica de los elementos químicos ordenados en orden a su masa atómica relativa. En 1863 organizó los cincuenta seis elementos conocidos en aquellos momentos en once grupos, basados en propiedades físicas similares. Lo hizo comenzando con el hidrógeno y terminando con el torio.

Observó que el octavo elemento se asemejaba al primero, el noveno al segundo, el décimo al tercero… Por ejemplo, el sodio de número atómico 11 y el potasio de número atómico 19 tenían propiedades similares y estaban separados por ocho números atómicos. Esta «periodicidad» sugirió a Newlands la existencia de una cierta armonía musical.

Por este motivo, cuando en 1864 publicó su trabajo de los elementos químicos lo bautizó como la Ley de las Octavas. Con ella formó, además, las siguientes ternas de elementos: hidrógeno-flúor-cloro, litio-sodio-potasio, berilio-magnesio-calcio, boro-aluminio-cromo, carbono-silicio-titanio, nitrógeno-fósforo-manganeso y oxígeno-silicio-hierro.

La verdad es que su propuesta no tuvo, ni de lejos, el reconocimiento que Newlands esperaba alcanzar, es más, fue atacado desde todos los frentes e, incluso, ridiculizado. Fueron muchos los científicos que consideraron que aquella disparatada idea carecía de cualquier rigor científico.

A pesar de sus inexactitudes, que las hubo, por ejemplo, el hierro no pertenece al grupo de oxígeno-silicio ni el cromo al del boro-aluminio, la Ley de las Octavas sirvió de inspiración a la que tiempo después elaboraría Mendeléiev.

Mendeléiev también era melómano

Es sabido que el científico ruso Mendeléiev mostró una mayor inclinación hacia la literatura y la pintura que hacia la música, a pesar de que nos consta que en su casa organizaba veladas musicales en las que las composiciones de Beethoven ocupaban un lugar destacado.

Por otra parte, compartió durante un tiempo trabajo en la ciudad alemana de Heidelberg con Alexander Borodin, el químico y compositor por antonomasia, y uno de sus colegas en San Petersburgo fue el ingeniero Dmitri Boleslavovich Shostakovich, cuyo hijo Dmitri se convertiría en uno de los grandes compositores del siglo XX. Y es que a veces las grandes historias dan sombra a los más insignificantes detalles.

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