Hormigas del Sáhara: los animales con un podómetro interno

Este curioso GPS les permite regresar al hormiguero por el camino más recto.

Hormigas del Sáhara en Douz, Túnez / HARALD WOLF

Las hormigas son insectos sociales que evolucionaron en el periodo Cretácico a partir de unos antepasados que se asemejaban bastante a las actuales avispas. Esto ocurrió hace, aproximadamente, ciento cincuenta millones de años.

Tiempo después, coincidiendo con la enorme expansión de las plantas con flores, las hormigas se diversificaron en numerosas especies. Algunas de ellas se orientan gracias a que marcan el trayecto mediante feromonas y otras fijándose en determinados accidentes del terreno en el que se mueven.

Sin embargo, las hormigas que habitan en el desierto del Sáhara (Cataglyphis fortis) no utilizan ninguno de estos métodos, a pesar de lo cual, pueden desplazarse grandes extensiones de terreno sin tener ningún punto de referencia.

Esta especie de hormigas fascina a los biólogos por numerosas razones, una de ellas es que ostentan el título de la hormiga más veloz del planeta. Son capaces de desplazarse a una velocidad de 3.6 Km/h.

A esta singularidad se une otra no menos atractiva, pasan las cuatro primeras semanas de vida en la oscuridad del refugio subterráneo, allí se entregan al cuidado de la reina y de sus crías, construyen cámaras, y excavan y limpian los túneles del hormiguero.

Pasado ese tiempo abandonan el encierro, salen al exterior y calibran su complejo GPS. Durante un tiempo prudencial dan pequeños paseos exploratorios en torno al hormiguero, soportando temperaturas que alcanzan los 53ºC, realizando giros fortuitos que les permitan mirar hacia el hormiguero cada pocos metros.

Sumando pasos, giros y vueltas

Una vez que su brújula interna está graduada ya pueden lanzarse a la búsqueda de comida. Cuando la encuentran retornan al hormiguero trazando una línea recta que une los dos puntos, nunca retroceden siguiendo sus propios pasos.

¿Cómo lo consiguen? De una forma “sencilla”, al tiempo que fascinante. Durante el trayecto de ida han grabado sucesivamente las diferentes direcciones que han tomado, así como la distancia. Conociendo la longitud de su zancada, tan sólo les resta realizar un cálculo matemático basado en la inferencia.

El integrador del camino necesita dos variables: la dirección que se ha tomado –lo obtiene mediante la brújula celeste de la hormiga- y la distancia recorrida, su privativo cuenta-kilómetros.

Como teoría parece forzada y hay que demostrarla. Para ello un grupo de científicos germano-helvéticos, liderado por el alemán Matthias Wittlinger, fabricó unos microzancos para hormigas, que adosaron a las patas de los insectos, de forma que la longitud de las patas fuese un milímetro más largas y, en definitiva, su zancada fuese mayor.

Para disponer de un grupo control, estos biólogos mutilaron en un milímetro la longitud de las patas de otras hormigas, consiguiendo zancadas menores.

Unas se pasan… otras no llegan

Los científicos seleccionaron un total de veinticinco hormigas y las obligaron a realizar un viaje de diez metros de su hormiguero, allí les proporcionaron trocitos de comida y manipularon, a continuación, sus patas. Cuando las hormigas tuvieron el suculento manjar entre sus mandíbulas retornaron hacia su hogar.

Todas las hormigas, sin excepción, erraron en la localización. Las zancudas se pasaron y las paticortas no llegaron al hormiguero. De esta forma, se pudo concluir que el factor clave de estos himenópteros para volver a casa era la longitud de la zancada, su podómetro interno.

Su maravilloso GPS les permite, además, añadir una variable adicional relacionada con la proyección horizontal, de forma que sean capaces de computar en el territorio arenoso los pequeños valles y colinas que se encuentran en su trayecto.

ABC