Esta sencilla escuela en Brasil fue reconocida como el mejor edificio del mundo

Esta escuela ganó uno de los principales premios de arquitectura, en reconocimiento a su diseño armónico con el entorno social y natural donde se encuentra.

Rosenbaum Arquitetura

Una de las grandes paradojas de la razón humana es la manera en que la utilizamos. Hasta donde sabemos, somos la única especie que desarrolló este recurso que, grosso modo, nos permitió en un doble movimiento entender la realidad y, paralelamente, usarla a nuestro favor. Otros animales también comprenden a su manera el mundo, pero nuestra especie (en sus distintas variantes) es la única que encontró la manera de transformarlo.

Y si bien dicha capacidad nos ha llevado a un punto crítico en la supervivencia entera del planeta, no menos cierto es que el ingenio del ser humano también es capaz de llevar a cabo obras asombrosas en beneficio no sólo de sí mismo, sino también del entorno y el sistema de vida del cual forma parte.

Tal es el caso de esta escuela construida en Brasil, municipalidad de Formoso do Araguaia, localizada en el centro del país. De inidicio, esta construcción llama la atención por su diseño.

La escuela se encuentra en una región predominantemente rural, enclavada en la Fazenda Canuanã. Como institución existe desde hace 40 años gracias al patrocinio de la Fundação Bradesco, la división de responsabilidad del banco brasileño homónimo. Por sus características, se trata de un centro educativo que funciona bajo el modelo del internado, pues para la mayoría de sus estudiantes resulta mucho más sencillo quedarse en el lugar que hacer diariamente los traslados entre éste y su hogar familiar.

En colaboración con el diseñador Marcelo Rosenbaum, los arquitectos Gustavo Utrabo y Pedro Duschenes elaboraron un proyecto que tomó en cuenta a todas las personas implicadas en la vida del edificio –estudiantes, maestros, familias– para así poder arribar a un concepto verdaderamente comunitario, capaz de enlazar al lugar con quienes al final lo habitarían. Asimismo, otro elemento fundamental tomado en cuenta fue el entorno en sentido amplio: la flora y la fauna de la zona, su clima, las relaciones sociales tejidas en éste, etcétera.

La solución espacial que los arquitectos dieron a este renovación fue la construcción de dos villas, una destinada a los niños y otra a las niñas, en donde destacan los módulos habitacionales para seis ocupantes (antes los dormitorios recibían hasta 40 niños en un mismo espacio). Su diseño está caracterizado por la amplitud concedida tanto a la luz como a la ventilación naturales, dos componentes característicos de esta zona de Brasil donde la temperatura puede alcanzar hasta los 45ºC en verano.

El material más visible es la madera, que fue obtenida de bosques próximos que son explotados bajo una política definida de sustentabilidad y reforestación; además de la localidad que inspira este material, en conjunción con el diseño y la disposición de los espacios privados y de uso común, la madera también se usó para dar al edificio y a los niños la impresión de habitar una “casa del árbol” o un “fuerte” del tipo de los que se construyen por juego y diversión.

En términos generales, la arquitectura del lugar ha dado buenos frutos. La nueva disposición ha alentado el compañerismo y aun cierta noción de intimidad entre los niños. Algunos de los estudiantes incluso se han animado a organizar por sí mismos actividades que antes parecían impensables, como clases grupales totalmente ajenas a las materias impartidas. Igualmente su adaptación a las condiciones del lugar ha sido óptima, particularmente en términos de los recursos empleados para su funcionamiento y manutención.

Rosenbaum Arquitetura

“Moradias Infantis” se hizo acreedora hace unos meses al premio del Royal Institute of British Architects, que se concede cada 2 años a edificios no sólo atractivos estéticamente o asombrosos, sino que además generen un efecto positivo duradero en la zona donde son construidos y en las personas que los utilizan y los habitan.

Ante un ejemplo así, no cabe duda de que el ingenio del ser humano es capaz de obras mayores, que aprovechan el entorno para sí y, al mismo tiempo, entran en armonía con el.

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