¿Es eficaz realmente el suero de la verdad?

La técnica del narcoanálisis consiste en la administración de fármacos, que tienen una actividad inhibitoria sobre el cerebro, durante un interrogatorio.

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Los tintinólogos seguramente recuerden que en el álbum “714 vuelo para Sidney” el malvado doctor Krollspell administra el suero de la verdad al millonario Lazlo Carreiras, el hombre que nunca ríe, para conocer el número de una cuenta bancaria en Suiza.

En torno al narcoanálisis han surgido a lo largo de los años multitud de mitos y leyendas, a las que el séptimo arte no ha sido ajeno. Es prolija la nómina de películas en las que se administra un fármaco por vía hipodérmica durante un interrogatorio para bucear en los rincones más lóbregos de nuestro cerebro.

Partimos de la premisa de que una mentira es una elaboración compleja, consciente y que requiere un firme control cerebral para mantenerla en el tiempo. Si de alguna forma, mediante fármacos psicoactivos, se inhibe este control es posible que la “verdad” fluya con mayor facilidad.

Embarazadas que hablaban más de la cuenta

Si echamos la vista atrás, fue después de la Primera Guerra Mundial cuando el doctor Robert House describió por vez primera que las parturientas que recibían un analgésico llamado escopolamina se volvían mucho más desinhibidas en sus conversaciones.

Además, este galeno constató que cuando se pasaba el efecto farmacológico y se les preguntaba sobre lo que habían hablado existía, en la mayor parte de ellas, una laguna amnésica.

En el año 1931 la revista de ciencia policial American Journal of Police Science publicó un artículo sobre los posibles usos de la escopalamina a nivel judicial. En sus inicios se empleó para probar la inocencia de los acusados, de forma que si bajo los efectos farmacológicos admitían su inocencia se daba por válido como argumento legal.

La culpa la tiene el C 11 H 17 N 2 O 2 SNa

Esta fórmula química es la del pentotal sódico tiopentato, el nombre científico del llamado “suero de la verdad”. Se trata de un fármaco derivado del ácido barbitúrico, un hipnótico muy popular a mediados del siglo veinte entre las personas que tenían problemas para dormir.

En 1934 el pentotal sódico fue empleado como agente inductor de la anestesia en las intervenciones quirúrgicas, previo a otros fármacos. El pentotal sódico puede ser administrado en nuestro organismo por vía intravenosa o intramuscular.

Después de su administración el escenario tan deseado por los “interrogadores” tan sólo dura entre cinco y diez minutos, tiempo durante el cual nuestro cerebro no censura la conversación ante posibles preguntas inoportunas.

Al igual que sucedía con la escopolamina, cuando el efecto farmacológico desaparecía el sujeto era incapaz de recordar aspectos concretos de la conversación.

Durante la Segunda Guerra Mundial algunos médicos militares, familiarizados con estos fármacos, se especializaron en los interrogatorios para extraer información privilegiada a los prisioneros.

Y también… inyección letal

A pesar de la confianza que se ha puesto en este compuesto la verdad es que su fiabilidad está muy lejos de alcanzar el cien por cien de resultados. Es imposible saber con certeza absoluta si la persona sometida al “control químico” está respondiendo de forma veraz a las preguntas planteadas.

Los científicos han observado que hay una serie de factores que pueden contribuir a aumentar su efectividad, por una parte la edad de los pacientes, y por otra la disfunción cognitiva, la existencia de un cierto declive cognitivo facilita la desinhibición.

El tiopentotato no es un fármaco inocuo, a altas dosis puede producir una parada cardiorrespiratoria. En algunos estados norteamericanos se ha empleado durante mucho tiempo para ejecutar a los condenados a muerte mediante una fórmula química que incluía pentotal sódico, cloruro de potasio y bromuro de pancuronio, un preparado que inducía de forma rápida un estado de coma al que seguía el fallecimiento del reo.

ABC