El padre de la astronáutica china

Fueron diversas las personalidades que, en todo el mundo, pusieron las primeras piedras sobre las que se fundamentarían los programas espaciales de las naciones más poderosas de la Tierra. Gracias a su dedicación pionera, aglutinaron los conocimientos fundamentales y, en ocasiones, la fuerza y el tesón irrestible necesario para dirigir grupos capaces de hacer aquello que nadie había podido hacer hasta entonces.

Hsue-Shen Tsien / Wikimewdia Commons

Muchos de esos visionarios se educaron durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, y gracias a encontrarse en el momento adecuado en la línea de vanguardia de la investigación astronáutica, pasarían después a encabezar los equipos de diseño que darían lugar a los primeros satélites, cohetes y misiles.

Sucedió así con pioneros destacadísimos como Serguei Koroliov en la Unión Soviética, o Wernher von Braun, primero en Alemania y luego en Estados Unidos. De hecho, durante algún tiempo, pareció que solo soviéticos y americanos tenían el potencial intelectual y económico para hacer realidad el viaje espacial. Pero nada más lejos de la realidad. Otros expertos en astronáutica descollaron en la India, en Japón, y en China, entre otros lugares que después jugarían un importante papel en este campo.

El modo en que estos grandes ingenieros alcanzaron su puesto, sin embargo, varió de forma notable de un país a otro. Particularmente interesante es el caso de Hsue-Shen Tsien (Qian Xuesen), un joven chino de mente  preclara, ganador de una beca de estudios que le permitió trasladarse a Estados Unidos en 1935. Allí empezó a estudiar ingeniería aeronáutica, primero en el MIT y luego en el Caltech, bajo la tutela de Theodore von Kármán, otra de las grandes figuras de la época.

Poco tiempo después de su llegada, Tsien se inmiscuyó en un grupo de entusiastas del instituto, los cuales decidieron adentrarse en el fascinante mundo de la cohetería. Alcanzada una cierta categoría de experto en la materia, con la llegada de la Gran Guerra y con la importancia que tal campo había adoptado, Tsien fue enviado junto a otros expertos a Alemania, donde supervisaría los avances efectuados por los nazis. Allí conoció a Wernher von Braun, uno de los responsables del diseño de la famosa bomba volante V-2, quien acababa de rendirse a los norteamericanos. Con el rango temporal de coronel de la Fuerza Aérea, Tsien ayudó a establecer la exacta magnitud de los logros alemanes, y a delimitar el interés que tendrían las aportaciones de von Braun y los suyos para el programa misilístico estadounidense. De regreso a Estados Unidos, y en base a esta experiencia, escribió sus principales obras y propuestas en el área astronáutica, trabajos fundamentales en el ámbito académico y que ayudarían a educar a los futuros ingenieros que intervendrían en los programas espaciales del país.

En 1951, sin embargo, la caza de brujas del senador Joseph McCarthy le alcanzó plenamente. El año anterior ya sufrió la retirada de su autorización de seguridad, dado que, como chino, fue acusado de simpatizante de los comunistas. Aunque sus colegas intentaron rehabilitarlo y negar tales acusaciones, acabó perdiendo todos los privilegios de los que gozaba. Vigilado estrechamente, Tsien decidió volver a China, pero acabó siendo detenido y recluido bajo arresto domiciliario hasta 1955. Ante la obvia conclusión de que Tsien ya no podría quedarse en Estados Unidos, los gobiernos chino y estadounidense llegaron a un acuerdo para repatriarle. Según este, se intercambiaría en septiembre de 1955 a Hsue-Shen Tsien y a otros 93 científicos chinos en una situación parecida por un total de 76 prisioneros estadounidenses, la mayoría pilotos capturados durante la Guerra de Corea.

Hsue-Shen Tsien y el resto de sus compatriotas liberados llegaron a China tras un viaje transatlántico, alcanzando primero Hong Kong y después el interior del país. Su llegada fue triunfal: magníficamente recibido por las autoridades, que conocían sus trabajos, Tsien fue acogido con los brazos abiertos. Llevaba consigo la más avanzada teoría americana en el campo de los misiles y los cohetes, un área en la que China apenas había dado sus primeros pasos y que quería dinamizar cuanto antes. Apenas un año después, en 1956, el deportado Tsien ya había puesto las bases del nuevo programa espacial chino, que en pocos años permitiría colocar sus primeros satélites en órbita y disponer de los sistemas de lanzamiento y misilísticos necesarios para convertirse en una potencia mundial. Este camino culminaría en 2003 con el primer astronauta de esta nacionalidad, que fue lanzado con medios domésticos. De paria a padre de la astronáutica china, Tsien se convertiría en una figura principal en el entramado industrial espacial y militar chino. Una grave pérdida para los estadounidenses, y una enorme ganancia para su patria, que con él pondría en marcha un programa espacial capaz de poner en aprietos, desde el punto de vista del prestigio, al resto de las naciones espaciales del mundo.

NCYT