El gran simio ‘fantasma’: Un nuevo chimpancé oculto en el ADN de los bonobos

La hibridación de una especie de chimpancé ya extinta con bonobos arcaicos ha dejado huellas en los genes de ejemplares modernos, como ocurrió con ‘sapiens’ y neandertales.

ISSOUF SANOGO / AFP

Hace 400.000 años un tipo de primate hoy desaparecido habitaba las selvas de África central. Aunque nunca se han hallado fósiles de este misterioso simio, sabemos que convivió con chimpancés y bonobos en las riberas del río Congo y que llegó a mezclarse con estos últimos, dejando huellas de este cruce en su herencia genética. Así lo revela una investigación liderada por científicos del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyos resultados se publican este lunes en la revista Nature Ecology & Evolution.

De acuerdo con los autores, el gran río africano habría jugado un papel fundamental en la evolución de esta especie, aislándola durante largos periodos y permitiendo el paso franco en épocas de sequía, lo que dio lugar a un posterior encuentro entre ambas especies. “Esta separación causada por el río hace 3,5 millones de años explicaría la aparición de una población diferenciada”, explica Martin Kuhlwilm, investigador del IBE y primer autor del texto. “Lo que está claro es que esta especie fantasma se separó del ancestro común de los chimpancés hace entre tres y cuatro millones de años, y se cruzó con los bonobos dando lugar a descendencia fértil hace más de 400.000 años”.

El chimpancé común (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscusson) son los parientes más cercanos del ser humano, con los que compartieron un antecesor común hace unos 6 millones de años. “Por nuestro parecido con ellos, cualquier descubrimiento hecho en los mecanismos de adaptación y evolución de los bonobos podría tener repercusiones y hablar de la historia de los homínidos”, explica Tomás Marquès-Bonet, director del IBE y coautor de la investigación.

Los dos investigadores coincidieron en 2016 trabajando en estudio genético que acabarían publicando en Science, en el que se demostraba por primera vez la hibridación de bonobos y chimpancés después de separarse de su antecesor común, de manera similar a lo que ocurrió entre neandertales y Homo Sapiens. “Durante las verificaciones que realizamos para aquel artículo nos dimos cuenta de que algo no encajaba en el ADN de los bonobos” señala Marquès-Bonet, “había una pequeña parte que no se correspondía con el cruce de ambas especies, ni con una mutación aleatoria: esos fragmentos tenían que venir de otra fuente”.

UNA NUEVA POBLACIÓN

Poco después, los autores empezaron a barajar la opción de que una tercera población desconocida pudiera explicar las piezas que faltaban en el rompecabezas. Y para verificarlo, aplicaron las mismas técnicas estadísticas que se han venido utilizando en los estudios genéticos para identificar la evolución del Homo sapiens. “A través de esta información genética, podemos releer la historia de los simios africanos”, añade Kuhlwilm, que acaba de recibir una beca Junior Leader La Caixa como reconocimiento a su labor.

La reconstrucción indirecta es crucial porque los primates de la familia Pan -presentes y pasados- tienen su hábitat natural en los árboles de la selva tropical, dónde la acidez del suelo hace que la materia orgánica se descomponga muy rápidamente. Por eso las posibilidades de encontrar fósiles con ADN antiguo en buen estado es remota. Así, la información genética se convierte en la única fuente para desentramar el misterio de este simio desconocido y establecer hasta qué punto era diferente de sus parientes más cercanos, lo que requerirá nuevos estudios con otros ejemplares modernos de bonobo salvaje. “Buscar el rastro de ese simio ancestral en el genoma moderno de bonobo puede ser la única estrategia para revelar o conocer esta población, como si se tratara de un fósil genómico”, reconoce Marquès-Bonet.

VENTAJAS EVOLUTIVAS

De momento, los científicos han conseguido recomponer un 4,8% del total del genoma de esa nueva población, cuya presencia en el ADN del bonobo actual es de menos de un 3%, lo que no permite conocer “prácticamente nada” sobre ellos. De hecho, sus descubridores no lo han bautizado aún. “Ni si quiera nos lo hemos planteado”, asegura el investigador, “en general lo que hacemos en genética es identificar poblaciones; en este caso ni siquiera nos atrevemos a hablar de especie, ésa es una cuestión para los taxónomos”.

A pesar de la escasez de información, los científicos sí consideran que el cruce le podría haber otorgado ventajas evolutivas los bonobos actuales. Eso explicaría por qué los fragmentos de ADN se han conservado hasta la actualidad y aventuran que la mezcla podría haberles beneficiado gracias a una mejor adaptación a diferentes fuentes de alimentos. “Hay señales de que este cruce reforzó el sistema inmune de los bonobos, igual que cruzarnos con los neandertales reforzó el nuestro”, señala Kuhlwilm.

El Mundo