Cosas que no sabías sobre la migraña

Distorsiones visuales, náuseas, mareos y la sensibilidad extrema al sonido, la luz o los olores son algunos de los síntomas que pueden acompañar a esta enfermedad a menudo incapacitante. He aquí algunas de sus peculiaridades.

1. Las mujeres tienen más papeletas

Factores hormonales relacionados con el estrógeno femenino podrían explicar esta diferencia de género. Pero no solo eso. La GGPR es una proteína producida por el sistema nervioso central, cuya sobreexcitación está relacionada con la migraña; de hecho, una forma de tratamiento se basa en bloquear su producción. Pues bien, un experimento reciente de la Universidad de Texas en Dallas con ratones ha demostrado que una inyección de GGPR generaba dolor de cabeza en las hembras, pero dejaba indiferentes a los machos. El hallazgo, publicado en Journal of Neuroscience, abre una línea nueva de investigación sobre el efecto de esa proteína en ambos sexos.

2. Un dolor universal

De acuerdo con un estudio publicado en The Lancet en 2018, hablamos de la sexta enfermedad más común en todo el mundo y la segunda causa de años vividos con discapacidad. Más del 90% de quienes la padecen no pueden trabajar mientras sufren un ataque de migraña, algo que suele durar entre 4 y 72 horas. En total, afecta a mil millones de personas en todo el mundo, y en España, la conocen de primera mano cinco millones de afectados. Esto supone un , 12,6% de la población, según cifras de la Sociedad Española de Neurología.

3 .¿Estás de buen humor?

Si es así, es más difícil que te inhabilite un dolor de cabeza intenso, que suelen estar relacionados de forma bidireccional con trastornos del estado de ánimo, como la depresión o la ansiedad. Un factor que tienen en común es el desequilibrio en los niveles de serotonina y dopamina, por no hablar de la hiperreactividad a factores de estrés. Encima, la migraña está vinculada a trastornos del sueño: la falta de descanso es uno de sus desencadenantes más directos.

4. Sí es cosa de niños

Que un crío tenga migraña no es tan raro como parece. Según la Academia Americana de Neurología, alrededor de un 10 % de los menores en edad escolar podrían padecerla. En siete de cada diez casos, se trataría de un mal hereditario, que también padece alguno de los progenitores. A diferencia de un dolor de cabeza sencillo, es una enfermedad neurológica que debe abordarse con el médico si impide dormir al niño, empeora con el tiempo, cambia su personalidad o va acompañado de vómitos o distorsiones visuales.

5. Medita, que algo alivia

Junto a los tratamientos farmacológicos, las técnicas de mindfulness son otra opción eficaz para atajarla. Las personas que padecen migraña crónica experimentan una disminución en la materia gris en áreas relacionadas con las emociones, la memoria, el autocontrol y la toma de decisiones. Por el contrario, la meditación está asociada con un aumento de neuronas en esas zonas, además de incrementar la producción de dopamina –vinculada a las funciones ejecutivas del cerebro– y melatonina –la hormona del sueño–, equilibrar la serotonina y reducir los niveles de las hormonas del estrés –cortisol y noradrenalina–.

6. La dieta importa (y mucho)

Alcohol –sobre todo, cerveza y vino tinto–, chocolate, queso curado, embutidos, pescado ahumado, conservantes con nitratos y nitritos y endulzantes artificiales son algunos productos que suelen desencadenar las crisis, aunque existen variaciones individuales en cada persona. Pasar hambre o espaciar demasiado las comidas es otro factor de riesgo: lo mejor es hacer cinco al día. Y como siempre, una dieta sana con mucha fruta y verdura es la mejor apuesta. La cafeína, por otro lado, es un arma de doble filo porque, si bien de forma puntual y en baja cantidad puede paliar el dolor, tomar más de cien miligramos al día volvería crónico el problema, según concluía un estudio publicado en la revista Neurology.

7. Suplementos preventivos

La Academia Americana de Neurología recomienda ciertos compuestos minerales o vitamínicos por sus bajos efectos adversos y su potencial para prevenir o paliar los ataques de migraña, como la riboflavina –vitamina B2– o la coenzima Q10. Además, los suplementos de magnesio han demostrado ser eficaces contra las migrañas con aura y las relacionadas con la menstruación. Sin embargo, remedios de herbolario, como la petasita –Petasites hybridus– y la matricaria –Tanacetum parthenium–, no son aconsejables: la primera supone un serio riesgo para el hígado, mientras que la segunda puede provocar trastornos digestivos.

8. Compensan el estrés oxidativo

Todo tiene su lado bueno, hasta la migraña, sobre todo cuando es algo puntual. Según un estudio publicado este año en la revista Headache, podría ser un mecanismo del cerebro para protegerse y autorrepararse en casos de alto estrés oxidativo, o sea, el desequilibrio entre los radicales libres y la habilidad del cuerpo para contrarrestar sus efectos nocivos, agravado por el estrés, falta de sueño, polución, mala alimentación… En un ataque, se fortalecen las defensas antioxidativas, baja la producción de oxidantes, disminuyen los requerimientos energéticos y se liberan factores de crecimiento que promueven el nacimiento de nuevas neuronas, explica Jonathan Borkum, líder de la investigación.

9. Tormenta a la vista

Es cierto que el aumento de las temperaturas y la bajada de la presión atmosférica aumentan los casos de migrañas, como corrobora un estudio reciente en la revista Neurology. Muchas personas, además, son capaces de predecir los rayos y truenos porque empiezan a experimentar síntomas en cuanto baja el barómetro, señal que precede a esos fenómenos meteorológicos. Es más, un estudio de la Universidad de Cincinnati comprobó que el riesgo de sufrir un episodio se incrementaba un 28% los días que había tormenta en algún punto dentro de ochenta kilómetros a la redonda.

10. Mayor riesgo cardiovascular

Arritmias, trombos, infartos de miocardio e ictus tienen más probabilidades de dar la cara en personas que padecen migraña, como acaban de demostrar investigadores del Hospital Universitario de Aarhus (Dinamarca) y la Universidad de Standford (EE. UU.). En un extenso estudio que ha durado 19 años, con 51.000 pacientes, concluyeron que por cada mil participantes, 45 de los que tenían estas cefaleas intensas sufrieron un ictus, frente a los 25 del grupo de control. En el caso de infartos, la relación era de 25/17, aseguraban los autores en la revista British Medical Journal.

Muy Interesante