Abraham Zacuto, el astrónomo que predijo un eclipse y salvó la vida de Colón

Durante el medioevo la religión impregnaba todos los aspectos de la sociedad y las distintas comunidades aprendieron a convivir y compartir los mismos espacios. No fue una tarea fácil, en especial para las comunidades judías que alternaron momentos permisivos con otros intolerantes y represivos.

Esta situación no fue óbice para que nos legaran un enorme bagaje cultural. En algunas aljamas la ciencia, la literatura, la dramática, la filosofía, la teología… experimentaron una verdadera revolución.

En la Edad Media los astrónomos ofrecían, por regla general, un producto basado en la predicción astrológica lo cual no era impedimento para que fueran utilizadas por algunos monarcas para tomar decisiones políticas de verdadero calado.

A mitad del siglo XV nació en la judería salmantina Abraham Zacuto (1452-1515), un insigne astrónomo y matemático que estaba llamado a revolucionar la navegación oceánica. Pertenecía a una familia de exiliados franceses, su abuelo huyó de las leyes antisemitas dictadas por el rey franco Felipe el Hermoso y en 1306, tras atravesar los Pirineos, se asentó en la meseta castellana.

El padre de Abraham ejercía de rabino a orillas del Tormes, lo cual le permitió disfrutar de una educación privilegiada y desarrollar sus inquietudes científicas. En torno a 1475 publicó ‘Composición Magna’ una obra compleja en la que aparecen tablas astronómicas, calculadas para el meridiano de Salamanca, que corregían los errores de las ‘Tablas alfonsinas’.

El interés de los científicos judíos en la astronomía se debía a que les permitía determinar con precisión el momento en el que aparecía la luna nueva, la cual marcaba el comienzo del sábado y el principio del año nuevo.

Un científico en la corte portuguesa
Zacuto fue un firme defensor del papel que jugaba la astronomía en la preservación de la salud, argumentaba que los signos del zodíaco influían en cada una de las partes del cuerpo y que su conocimiento ayudaba a los físicos a determinar el pronóstico de algunas enfermedades.

En 1492, con la expulsión de los judíos, Zacuto emigró a Portugal, en donde el rey Juan II le nombró astrónomo real e historiador de la corte. Su sucesor en el trono, Manuel I, le pidió consejo en una expedición con la que planeaba llegar hasta la India sorteando el cono sur del continente africano.

Al parecer el hebreo emitió una opinión favorable al tiempo que subrayaba que los astros indicaban que el éxito de la empresa dependía de que dos hermanos estuviesen al frente de la expedición. Parece ser que este detalle fue decisivo para que Vasco de Gama, el capitán mayor de la Armada, fuese elegido, ya que tenía un hermano.

Se cuenta que Zacuto preparó los cálculos marítimos y astronómicos que hicieron posible la expedición y que, además, entrenó a la tripulación en el uso de un astrolabio de su creación y que permitía determinar la latitud geográfica durante la navegación.

En 1496 publicó una versión de la ‘Composición Magna’ bajo el título ‘Almanaque perpetuo’ la cual gozaría de una enorme notoriedad durante más de una centuria.

El éxito de la empresa marítima con bandera portuguesa no fue óbice para que, en 1497, en el contexto de una nueva oleada antisemita en tierras lusitanas, tuviera que emigrar al norte de África, desde donde viajaría hasta Damasco, la ciudad que finalmente le vio morir.

El eclipse salvador
Cristóbal Colón conoció personalmente a Zacuto y utilizó sus tablas marítimas en la expedición a las Indias. En ellas se recogía la declinación solar –ángulo formado por los rayos del sol con el plano del ecuador– que permitía determinar con enorme precisión la posición al ecuador, sin necesidad de recurrir a la estrella polar.

Durante el último viaje colombino en febrero de 1504, la flota quedó abandonada a su suerte en Jamaica, donde los nativos se negaban a proporcionarles alimentos. Las tablas de Zacuto predecían un eclipse lunar para el 29 de febrero. El almirante reunió a los caciques de la isla y los amenazó con hacer desaparecer la luna sino satisfacían sus necesidades. Al parecer el eclipse lunar asustó tanto a los indígenas que no solo respetaron la vida de los marineros, sino que les proporcionaron todo lo que pidieron.

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